domingo, 25 de septiembre de 2011

Pareidolia, o el sin sentido de los sentidos

Estimado lector, tal vez no lo haya notado en todo este tiempo, pero usted, en este preciso instante, es víctima de una curiosa condición llamada pareidolia. Me temo que no tiene tratamiento conocido, es crónica y aún más, genética. Si no me cree, realicemos un sencillo experimento.

Mire las siguientes imágenes unos momentos




¿Cuantas caras puede identificar? ¿Seis? ¿Cuatro? (¿La de arriba se está comiendo un volante?) Supongo que muchos ya sabrán la respuesta, pero para los que no la saben, la respuesta es CERO. En todos estos casos la disposición de algunos elementos dan la impresión de ser rostros, pero es una simple ilusión. Pareidolia es entonces una característica de nuestro cerebro, que intenta darle un significado a los estímulos vagos o poco definidos, incluso si tal significado no existe realmente. Por ejemplo el famoso "Smiley" nos hace pensar inmediatamente en un rostro sonriente, pero ¡Tal rostro no existe! (De hecho ni siquiera tiene nariz) Nuevamente fuimos víctimas de la pareidolia.

No me engañas con esa sonrisa...
Nuestro cerebro se esmera en que coincidan las imágenes que percibe con objetos conocidos, por lo que podemos ver conejos en las nubes, astronautas en los petroglifos y a Jesús en tostadas. Lo que es peor, no solo aplica a imágenes. A veces una canción reproducida la revés se convierte en un mensaje satánico o las canciones en inglés se parecen sospechosamente al español (¡Huevos con aceite!)

 Pero ¿Por qué el noble órgano del raciocinio nos juega esta mala pasada? Aparentemente nuestro cerebro esta diseñado para obtener la mayor información posible en un mundo donde la información es escasa, lo que nos lleva a realizar interpretaciones apresuradas. Esto es de gran utilidad cuando no tienes tiempo para decidir si tal sombra es un depredador hambriento o solo una roca. Mejor correr y equivocarse que... bueno, ustedes entienden.

Así que recuerden. No todo es lo que parece.

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